Académico de la UC Temuco dice que las personas que mejor logran hacer frente a las repercusiones psicológicas de la pandemia son aquellas que tienen la posibilidad de expresar lo que les pasa y que cuentan con una red de personas con quienes pueden compartir sus experiencias.

Christian de la Harpe Palma, Psicólogo,
Académico Departamento de Psicología Facultad
Ciencias de la Salud UCTemuco

La resiliencia es un proceso transformador que pueden experimentar personas, familias y grupos humanos, en el que intervienen variables tanto individuales como colectivas y que consiste en sobreponerse al dolor, a la tristeza profunda y al estrés crónico y salir fortalecido luego de vivir esas experiencias. Si bien existe una tendencia natural en los seres humanos a resistir el dolor y enfrentarse a las dificultades propias de la vida, la resiliencia puede ser entrenada y alcanzar niveles óptimos en la medida en que se desarrollen algunos factores predisponentes, uno de los cuales son los vínculos afectivos.

Una revisión de trabajos de investigación publicados en los últimos 40 años muestra que los niños más resilientes a experiencias tempranas adversas tenían previamente como eje principal relaciones más cercanas con sus cuidadores.

Todo parece indicar que el motor de la fortaleza, la habilidad para adaptarse al entorno y para generar aprendizajes positivos a partir del estrés, está vinculado a experiencias de contención, intimidad y sensibilidad de parte de los cuidadores.

Experiencias

Estas experiencias de vinculación generan una habilidad mayor para modificar estados internos de aflicción en situaciones de equilibrio y bienestar. Esta capacidad trasciende la infancia y puede acompañar a la persona en las distintas etapas del ciclo vital.

El escenario de incertidumbre en el que vivimos actualmente nos muestra que este tipo de habilidades son y serán cada vez más necesarias. Las personas que mejor logran hacer frente a las repercusiones psicológicas de la pandemia son aquellas que tienen la posibilidad de expresar lo que les pasa y que cuentan con una red de personas con quienes pueden compartir sus experiencias.

¿Qué hacer?

Un estudio realizado en Chile durante la crisis sanitaria indica que en este periodo hemos experimentado una revalorización de las relaciones humanas. Los resultados muestran que siete de cada diez personas fortalecieron sus vínculos familiares durante la pandemia.

Este indicador es particularmente interesante si entendemos este incremento en las relaciones familiares como un factor protector de los daños y como motor de transformación del dolor en bienestar.

En conclusión, promover la construcción de vínculos afectivos cada vez más estrechos activando canales de comunicación con personas significativas y, en algunos casos, buscar asesoría especializada, nos protege del estrés, alivia el dolor y representa el motor de la resiliencia.

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