Lissette Fuentes Ugarte, Docente Carrera de
Fonoaudiología, Facultad de Ciencias de la Salud,
Universidad Católica de Temuco

La cotidianidad y la velocidad con que vivimos el día a día, muchas veces implica que nos detengamos para generar ciertos espacios de calidad en los que interactuemos con nuestros hijos, en que nos comuniquemos de manera efectiva y hagamos un uso fructífero de dichas instancias.

En vez de distraernos con una mirada a las redes sociales, por ejemplo, podemos iniciar una conversación posicionándonos a su altura y, mirándolos a los ojos, preguntarles “¿qué fue lo que más le gustó de lo que hicieron hoy en el jardín/colegio?” o “¿qué hicieron con sus compañeros hoy?”.

O bien, para hablarles acerca de cuáles son sus preferencias relativas a alimentos, juguetes, libros, colores u otros; para contarles, de forma amena, acerca de nuestro día, hacerles preguntas abiertas en que podamos obtener más que una respuesta afirmativa o negativa con un sí o no, sino que puedan explayarse y así, al hablar de nosotros y de nuestro quehacer diario, podamos conocernos más, y sumado a ello, entregarles un modelo de lenguaje adecuado, en un contexto comunicativo real y contextualizado.

Hacer comentarios como “¿cómo te sentiste cuando tu compañero te quitó el juguete?, ¿molesto?, ¿enojado?, ¡claro!, yo también me habría sentido así, te entiendo”, es sumamente valioso y otorga la posibilidad de profundizar en el vínculo afectivo con nuestros hijos e hijas, de verbalizar lo que sentimos y lo que sienten ellos enriqueciendo el diálogo con nuevas palabras y expresiones.

MINUTOS JUNTOS

Sumado a ello, podemos añadirle el ingrediente que nos da ese mayor espacio de intimidad que es darnos unos minutos para que juntos, por ejemplo, leamos un libro, el que él o ella escoja, comentarles acerca de lo que significan algunas de las palabras que allí aparecen y que quizá no conozcan, con una entonación que potencie los matices y que le dé un toque llamativo a nuestra narración, al estilo de “cuenta cuentos”; en estos casos, no hay dudas de que su atención estará completamente rendida a lo que uno diga o a los gestos que acompañen al lenguaje. Si los niños son muy pequeños, no es problema, ya que se puede seleccionar libros con más ilustraciones a color o con mayor variedad de sonidos.

Los niños aprenden con facilidad todo aquello que los vincule emocionalmente y si va de la mano de lo sensorial, como un abrazo o una caricia de sus padres, nunca lo olvidarán. Démonos ese tiempo, hagámoslos adictos al hábito de conversar, interactuar y aprender en familia; distanciémonos de las pantallas e invirtamos intencionalmente en la calidad de vida de nuestros hijos. Entretengámonos cantando, leyendo, jugando y fomentando el desarrollo de su lenguaje, el cual es y será fundamental para adquirir nuevos aprendizajes a lo largo de su vida.

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